Literatura

Mary Woronov nos descubre el lado menos amable (y más salvaje) de la Factory de Andy Warhol

La actriz y escritora Mary Woronov recuerda, en la medida de lo posible, sus años en la Factory de Warhol, marcados por el abuso de drogas, las noches interminables y los altibajos emocionales.
Andy Warhol posa en la Factory con carteles de sus películas en las que solía aparecer Mary Woronov.
Andy Warhol posa en la Factory con carteles de sus películas.Jack Mitchell/Getty Images

Antes de convertirse en actriz de culto gracias a sus papeles en películas de la productora de Roger Corman, como Rock and Roll High School (con los Ramones) o Cannonball (con David Carradine), y series de televisión como Somerset, La fuga de Logan, Los ángeles de Charlie, Taxi, El coche fantástico, Arnold o Parker Lewis nunca pierde, Mary Woronov fue una de las figuras destacadas de la Factory. En la época en la que la actriz llegó a la quinta planta del número 231 de la calle 47 Este de Nueva York, el artista Andy Warhol ya se había hartado de Edie Sedgwick, se había encaprichado de Nico, había producido The Velvet Underground y había comenzado a crear su propio star system con el que emprendería el rodaje de decenas de películas experimentales.

Junto al pintor, cineasta y productor musical, Woronov rodó cintas como The Beard, Hedy, Kiss the Boot, Milk, Shower, Superboy, F**K y la mítica Chelsea Girls. De hecho, fue por este título por el que su madre amenazó con demandar a Warhol porque no había pagado a su hija por su trabajo de actriz aunque, como explica la propia Woronov, “esa es otra historia: yo solo os puedo contar la mía”. Y vaya si la ha contado.

La actriz y escritora acaba de publicar en España Swimming Underground (Reservoir Books, 2024), un volumen en el que recopila sus recuerdos como miembro de la Factory con una crudeza poco frecuente en otras personas que rodearon a Warhol en la década de los sesenta y que también han dado testimonio de ello. De hecho, a pesar de estar agradecida por las experiencias vividas y sentirse orgullosa por haber formado parte de la vanguardia del arte pop de los años sesenta, el retrato que Woronov realiza de la Factory es más amargo y crítico del transmitido en las últimas décadas.

Según explica la actriz, los miembros de la Factory conformaban una suerte de corte de los milagros que orbitaba alrededor de ese rey sol que era Warhol, al que Woronoz describe como un vampiro, no solo por su tendencia a salir de noche, sino por su tendencia a chupar lo mejor del talento de esos seguidores hasta dejarlos secos y, después, abandonarlos: «"Andy era el peor, empalmaba cinco o seis fiestas por la noche. Hasta parecía un vampiro: pálido, vacío, ávido e insaciable. Era el gusano blanco, siempre hambriento, siempre frío, siempre retorciéndose inquieto", recuerda.

En su afán por llamar la atención del artista pop, estos personajes, arrasados por los celos, las envidias, las traiciones y la maledicencia, ideaban todo tipo de métodos, incluidos los más extremos, como el desarrollado por Ivy Nicholson. En opinión de Woronov, esta modelo “quería casarse con Andy Warhol, y eso significaba acercarse todo lo posible a él o dejarle un pedazo de sí misma […]. A veces Gerard [Malanga] tenía que ponerla a raya, o llamaban a Billy [Name] para que la echara de la Factory. Más tarde llegaba el ascensor vacío, salvo por un zurullo solitario plantado dentro, y alguien resoplaba: 'Andy, Ivy ha vuelto'”.

Las drogas también desempañaron un importante papel en el devenir de ese grupo de personajes chiflados a los que Woronov se refiere con el nombre de Gente Topo, por su tendencia a vivir de noche, ir a cualquier sitio con gafas de sol, su palidez y su hábito de consumir drogas hasta el punto de estar muy familiarizados a las sobredosis. No obstante, lejos de optar por la prudencia, la escritora recuerda cómo a esa Gente Topo le gustaba bromear sobre el tema. En una ocasión, un camello regaló heroína a una de las chicas de la Factory para que fingiera su muerte el suelo de un cuarto de baño, provocando así el terror de todos los presentes en la casa que no salieron de semejante trance hasta que, cuando se disponían a deshacerse del cadáver, la chica resucitó. El chiste, que ya de por sí resultaba poco gracioso, lo era aún menos desde el momento en que, poco tiempo antes, uno de los chicos del grupo había fallecido electrocutado por intentar entrar a una vivienda con verjas electrificadas para hacerse con un alijo de drogas que había en su interior.

A pesar de toda su dureza, Swimming Underground tiene un final esperanzador. A diferencia de mucha de esa Gente Topo que se quedó por el camino, Mary Woronov logró sobrevivir a los 60. Después de caer desfallecida en una acera de Brooklyn, los vecinos del barrio la reconocieron y la llevaron a casa de sus padres. Allí comenzó su recuperación, antes de viajar a Europa donde tuvo noticia del intento de asesinato de Warhol a manos de Valerie Solanas. A partir de entonces el artista ya no fue el mismo así que “no había nada a lo que volver”, confiesa Woronov que, durante años se olvidó de todos aquellos a los que había conocido en la Factory. Los recuerdos, sin embargo, se reactivaron en los años 80, cuando tuvo noticia de que Chelsea Girls se iba a proyectar en el teatro Nuart de Nueva York presentada por Ondine, pseudónimo del actor Robert Olivo y antiguo miembro de la Factory.

La actriz acudió al pase y, una vez iniciada la película, salió al vestíbulo para encontrarse con el amigo, al que le preguntó qué tal le iba la vida: “Bien, querida mía, ¿cómo crees que estoy? Míralos —Señaló con el brazo hacia el público—. Oh, no es culpa suya que sean demasiado estúpidos para entender y eso me convierta en una atracción de feria… No puedo ser nada más”, le respondía Ondine que, como si fuera un oráculo, le predijo su futuro: “Todas estas cabezas sin rostro se agolparán dentro de tu cerebro un día y te obligarán a explicar lo que ocurrió. Puede ser extremadamente embarazoso, ¿no es divino?”. Más de dos décadas después, se cumplió la predicción. Su título es Swimming Underground.