Relojes

Cómo el Hamilton Electric 500, primer reloj eléctrico de la historia, fue un prodigio y un fiasco a la vez

Se cumplen 67 años desde que la Hamilton Watch Company presentase el primer reloj de pulsera mecánico potenciado por una batería eléctrica. Todo un hito de la Era Espacial que, sin embargo, acabó fracasando…
Interior de un Hamilton 500 Electric.
Las tripas del autodenominado “Reloj del Futuro”.Carlos Chavez/Getty Images

El 3 de enero de 1957, hace ya 67 años, la Hamilton Watch Company presentó en sociedad su nueva y revolucionaria creación: el Hamilton Electric 500, destinado a pasar a la historia como el primer reloj de pulsera mecánico potenciado por una batería eléctrica. Al menos, el primero que se puso a la venta para el gran público, ya que tanto la francesa LIP como la Elgin National Watch Company ya habían creado algunos prototipos de laboratorio unos cinco años antes. La promesa del Hamilton 500, que había empezado a desarrollarse allá por 1946 en unas instalaciones de Pennsylvania, era nada menos que un mañana donde nadie tuviese que malgastar su precioso tiempo dándole cuerda al aparato del tiempo, lo cual tenía bastante sentido. Con un eléctrico en la muñeca, uno simplemente confiaba en que la pequeña batería en forma de botón que descansaba en los engranajes del endiablado ingenio hiciese todo el trabajo. Eficiencia, sentido de la maravilla tecnológico, comodidad y, por supuesto, diseño: todas las claves de la Era Espacial, encapsuladas en un único artilugio que, sin un ápice de falsa modestia, se autodenominada “reloj del futuro”.

Tras la Segunda Guerra Mundial, las principales manufacturas de todo el planeta entraron en una carrera armamentística por ofrecerle al consumidor un reloj del que sentirse realmente orgulloso. George Luckey, jefe de I+D en Hamilton, se obsesionó con todo el catálogo de posibilidades que la miniaturización ponía a disposición de los ingenieros de posguerra, pero las bases mecánicas del Hamilton Electric 500 fueron establecidas por Sir Francis Ronalds en el año 1814, poco más de una década después de que Abraham Louis Breguet inventase el tourbillon. En 1952, con Elgin y LIP pisándole los talones, la casa Hamilton decidió desarrollar un diseño experimental de Philip E. Biemiller y James H. Reese bajo el nombre en código de “Proyecto X”. El equipo encargado de llevar la teoría a la realidad le aseguró a sus jefes que serían capaces de miniaturizar una batería que durase al menos un año, lo cual indica que este prodigio almacenaba en su propia semilla las dudas y complicaciones inherentes que contribuirían a su eventual destrucción.

Cuando todo estuvo listo, y con la ciega determinación en ser los primeros en comercializar un reloj eléctrico guiando todas y cada una de sus decisiones, los caballeros de Hamilton organizaron una rueda de prensa en Nueva York para mostrarle a más de cien periodistas lo que el profesor John Van Horn, líder del departamento de física, y sus hombres habían logrado tras muchísimos desvelos. Desde el principio, el ultramoderno y ultraestiloso “Reloj del Futuro” llamó la atención del gran público, especialmente si hablamos de la gama Ventura (la clase de reloj que uno imagina sin problemas en las muñecas de Anthony Stark, Jack Parsons o Walt Disney). Sin embargo, pronto se hizo evidente que Van Horn no había logrado solventar por completo los mismos problemas a los que Ronalds se enfrentó en el siglo XIX: el Hamilton 500 escondía una tecnología defectuosa bajo una carcasa de lujo, pues esa batería eléctrica que tanto maravilló a la opinión pública a mediados de los cincuenta estaba condenada a provocar una reacción en cadena de errores y fallos… Además, su tiempo de vida útil resultó ser bastante menor a ese año completo del que sus creadores presumieron. Cuando el consumidor cayó el la cuenta de que reemplazar cada dos por tres la microbatería iba a resultar una tarea mucho más ardua y costosa que darle cuerda a su viejo reloj, la promesa del futuro se estrelló en llamas contra su propia leyenda.

El advenimiento del cuarzo durante el último tramo de la década de los sesenta supuso una sentencia de muerte para el Hamilton 500 Electric, que dejó de fabricarse en 1969. Desde entonces, los Ventura se han convertido en la clase de objeto por la que ciertos coleccionistas estarían dispuestos a hipotecar su casa, hasta el punto de que la propia empresa acabó creando una colección moderna inspirada en tan icónico diseño. Con el tiempo, el primer reloj de pulsera eléctrico que llegó a comercializarse terminó convirtiéndose en emblema de una época donde la ambición tecnológica y las ansias de conquistar nuevas fronteras podían llegar a eclipsar los aspectos más prácticos o mundanos del proceso… Pero ya sabes lo que dicen: la verdadera innovación siempre tiene un precio.