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Alan Ritchson (Reacher): “Soy el típico tío que se mete en una situación peligrosa para resolverla. Si vamos por la calle y hay un tío con un cuchillo, yo me encargo”

Después de casi 20 años trabajando en cine y televisión, con un personaje tan icónico como Reacher y un papel en la próxima película de la Guy Ritchie, no es que Alan Ritchson interprete a tipos buenos. Es que él es el tipo bueno.
Alan Ritchson
Jersey Bode.

Sentado frente a mí en un restaurante del Midtown de Nueva York, Alan Ritchson es casi dos veces más grande que yo. La mitad inferior del cuerpo del actor, de 1,90 y 108 kilos, queda oculta a la vista, pero la mitad superior tiene básicamente el mismo diámetro que la mesa. Así que podríamos perdonar al camarero por pensar que la pila de embutidos que hemos pedido es solo para él y no para compartir. Aun así, Ritchson se siente aludido cuando se la pone delante. “Claro que sí, todo el pepperoni para mí”, sonríe fanfarrón. “¡Para el grandote!”, ríe nervioso el camarero antes de salir por piernas de la sala.

Esa es la tarjeta de presentación de Ritchson: es el grandote. Se le conoce sobre todo por ser la estrella de Reacher, la serie de Amazon basada en la popular sala de libros del escritor Lee Child. En las novelas, queda bien claro que el protagonista, Jack Reacher, expolicía militar, mide 1,95 y pesa 114 kilos, y que tiene puños “del tamaño de un pollo de supermercado”. Solo en el transcurso del primer libro, Reacher rompe dos cuellos y cuatro dedos, ahoga a un hombre, le patea a un tío en la garganta y degolla a otro, da cabezazos, revienta un globo ocular con un dedo y apuñala a alguien en la cara, todo en nombre de la justicia. Así que el tipo encargado de interpretarle tenía que dar la sensación de ser capaz de hacer todas esas cosas. Tom Cruise, que con su 1,70 fue elegido para encarnar a Reacher en la adaptación cinematográfica de 2012, no encajaba exactamente en el papel, para consternación de los fans.

“El actor elegido para Reacher era obviamente decisivo”, explica Child. “Lo que hizo que Alan fuera perfecto fueron sus dos primeros segundos de prueba de cámara, antes incluso de hacer nada. Se adueñó de la pantalla y dirigió la escena, que era lo que necesitábamos: una presencia implacable e invulnerable, capaz de pensar con antelación, de ver cosas que el público no ve. Luego la cosa mejoró: sus diálogos eran geniales y su enorme físico era justo lo que buscábamos”.

Tras darle el papel, a Ritchson le pidieron engordar 14 kilos en ocho meses para alcanzar el tamaño que los productores requerían —asegura que esa hazaña la completó de forma natural, aumentando su ingesta de calorías y entrenando dos horas al día “como si la vida le fuera en ello” en un gimnasio que él mismo se montó en casa. Su cuerpo, que le gusta cubrir por completo con desodorante Dove Men+Care, se resintió por el esfuerzo. “Cuando llegaba al rodaje, estaba derrotado”, asegura. Sufría calambres que podían durarle hasta cinco minutos seguidos, solo por coger el teléfono, y sus niveles de testosterona eran “un desastre”.

Ahora, a sus 41 años, Ritchson está probando la terapia de reemplazo de testosterona por recomendación de sus médicos, y toma Trace Minerals (micronutrientes líquidos) para aliviar los calambres. También ha tenido que cambiar dos veces su fondo de armario, después de pasar de una talla grande a una extragrande y luego a una extra-extragrande. Pero el trabajo duro ha merecido la pena. Tras el fin de semana de estreno de la segunda temporada el pasado diciembre, Reacher se convirtió en el título más visto de Prime Video del año.

Abrigo vintage The Society Archive. Jersey Bode.


Ritchson no fue siempre el grandote. Durante su infancia en Niceville, una pequeña ciudad del mango de Florida, cerca de la base aérea de Eglin, donde trabajaba su padre, era “delgado y muy atlético”. Su deporte era el béisbol; sus compañeros le llamaban “la aspiradora” porque no se le escapaba nada (“Tengo buenas manos”, explica).

Ritchson se planteó dedicarse al béisbol de forma profesional, pero tras matricularse en una clase de interpretación del instituto por una chica, se interesó además por el canto y por una forma competitiva de actuación denominada “forense”, de la que incluso ganó un anillo de campeón estatal. “Recuerdo que los jugadores de fútbol me empujaban contra las taquillas y me decían, ‘Eso no es un deporte de verdad, hijo de puta”, me cuenta.

A pesar de las apariencias, Ritchson es un gigante amable. Habla en voz baja y tierna (“¿Quieres embutido?”, me pregunta dos veces), con la musicalidad de un ángel mazado —un don que le ayudó a entrar en el Colegio Estatal del Noroeste de Florida, donde estudió teatro. En la época en que trabajaba en una tienda de sándwiches, alguien le sugirió que probara a ser modelo. Así que abandonó los estudios y se mudó a Miami, donde fichó por Next Management. Su primer gran trabajo fue para Abercrombie & Fitch — entonces todavía en la era de Bruce Weber— pero le pareció una industria “horrenda”.

“He estado en los estudios donde pasaban esas cosas y pensaba, Dios mío, ¿cómo puedo poner mis límites, protegerme, y conservar el trabajo?”, explica sobre el “abuso” que sufrió por parte de los fotógrafos. Puede que esas fueran de las pocas situaciones en las que se sintió indefenso. “Era como, tengo que mantener este trabajo porque tengo 27 céntimos en el bolsillo y si alguien descubre que me he peleado con este tipo no volveré a trabajar de esto. Y no tengo otra opción porque no sé hacer otra cosa. Tengo 19 años. Fue muy impactante. ¡Yo soy de Niceville!”.

En 2003, a los 20 años, los amigos de Ritchson le convencieron para que se presentar al casting de American Idol. No pasó de la semana de Hollywood, algo así como una de las primeras eliminatorias. Sin embargo, fue noticia por cantarle una canción de amor a Paula Abdul delante de las cámaras. “Fue una experiencia divertida”, asegura. “La forma en que lo contaron en televisión fue muy diferente de lo que yo viví. Pero me sirvió de lección para saber lo importante que es aislarte de las narrativas de los productores”.

Ritchson sabía que no quería ser, por ejemplo, un Justin Timberlake. Las pocas veces que cantó en directo en bares, lo odió: “Había canciones muy significativas para mí, y yo quería que la gente las escuchara y sacara algo de ellas. Pero era la una de la madrugada y todos iban borrachos y solo gritaban, ¡Quítate la camiseta!”.

Pero American Idol le permitió conocer lo que viven los artistas cuando algo les apasiona de verdad. Dice que cuando lo echaron del programa, “Pensaba, Tío, me lo he pasado bien. Nunca pensé que haría algo así. Pero luego veía a la chica que había a mi lado llorar desconsolada como si fuera un bebé. Como observador, yo quería vivir algo así. ¿Qué se siente al desear algo con tantas ganas? ¿Y saber exactamente lo que es?”.

Camisa Ralph Lauren.


Cuando empezó a trabajar como actor, Ritchson descubrió que le encasillaban en papeles de superhéroe, agente de la ley o buenorro tipo Magic Mike (o, en el caso de Blue Mountain State, capitán de fútbol universitario llamado Thad Castle). Su primera gran oportunidad le llegó en 2005, cuando lo ficharon para dar vida a Aquaman en Smallville. “Fui el único de entre los más o menos 3.000 tíos que se presentaron al casting que lo hizo sin ningún tipo de sobreactuación”, dice. “Solo me guié por mi instinto de ser natural. Es un superhéroe, sí, pero también es un tío normal”.

Es ese punto óptimo el que hace que Ritchson sea tan perfecto para interpretar a Reacher. Sus similitudes no han hecho más que aumentar con cada temporada. Al igual que Reacher, Ritchson —junto a su esposa, a quien conoció en el instituto, y sus tres hijos— ha llevado una vida nómada, viajando de rodaje en rodaje, sin llegar a echar raíces en ningún sitio. También tiene una vena justiciera y está decidido a utilizar tanto su tamaño como su posición para ayudar a los demás. “Soy el típico tío que se mete sin problemas en una situación peligrosa en plan, Voy a resolver esto”. El ladrón de poca monta que intentó llevarse las cosas de Ritchson mientras entrenaba un día en un parque se arrepintió al instante. “Si vamos por la calle y hay un tío con un cuchillo, o lo que sea, me pongo en plan, Vamos a ver”, asegura. “Realmente creo que estamos aquí para ser criaturas pacíficas”, añade. “Así que intento atenerme también a eso”.

Reacher muestra una sangre fría casi de sociópata mientras se abre paso por el mundo a puñetazos, cabezazos y cuchilladas, pero Ritchson es mucho más honesto y no teme sincerarse emocionalmente en una conversación. Cuando hablamos de la ética profesional, por ejemplo, empieza a alzar la voz y a apretar los puños (hace poco, un tatuador se pasó 16 horas cubriéndole el antebrazo). “No soy la persona con más talento, pero joder, me lo curro mucho”, afirma. Trabaja seis días a la semana, se pasa cinco en el gimnasio, y memoriza el guion de cabo a rabo antes de llegar al rodaje. Es un “superdegustador” por genética, y toma “miles” de tabletas de Listerine al día, porque le obsesiona que le pueda oler mal el aliento durante una escena. “Me tomo mi trabajo muy en serio, y quiero que los demás estén a la altura y hagan lo mismo”, asegura. “Es increíble la cantidad de gente que cobra una pasta como artista profesional y no se prepara como es debido. Es surrealista. Me jode mucho”.

En sus pocos días libres, Ritchson lee, compone música y comparte contenido en su canal de YouTube. También le dedica mucho tiempo a sus hijos. Le gusta hacer las cosas él mismo, a su manera —incluso se corta él mismo el pelo, que en realidad es rizado. Se lo alisa todos los días. “La gente no lo sabe, pero sin mi plancha [Dyson], tendría el pelo del Payaso Bozo”, asegura. “Si pudiera, me raparía la cabeza ahora mismo”.

Cuando le pregunto a Ritchson de dónde le viene ese estricto sentido de la disciplina —asumiendo que el deporte, la educación religiosa y un padre en las Fuerzas Aéreas tuvieron algo que ver— su tono se ensombrece. Explica que su madre le exigía un alto nivel académico y extraescolar, y que a veces le pedía que cantara para los empleados de los restaurantes. “A lo mejor estábamos en un sitio tipo Outback Steakhouse, y yo lo único que quería era cebolla en flor o algo así, la pobre camarera se acercaba a la mesa para tomar el pedido, y mi madre me decía, ‘Cántale algo”, recuerda. “Yo le decía, Mamá, por favor, no me obligues. Pero me hacía levantarme y cantar delante de todo el restaurante”. Incluso hoy, llamar demasiado la atención de forma inesperada en sitios públicos puede causarle ataques de pánico. A Ritchson, al que no le importa decir que visita a un psiquiatra con regularidad, le diagnosticaron trastorno bipolar a los 36 años y trastorno por déficit de atención e hiperactividad a los 40. Pero su motivación no procede solamente de experiencias negativas, asegura. “Simplemente me implico”.

“Absolutamente todos los días aparecía de buen humor y con profesionalidad. Es fácil hablar con él, y humilde en el trato. Eso además de su talento natural, con el que da gusto trabajar y que disfruto viendo”, asegura el actor Henry Cavill, junto a quien Ritchson protagoniza The Ministry of Ungentlemanly Warfare, de Guy Ritchie, que se estrena a mediados de abril en Estados Unidos (en España a través de Amazon Prime Video, aún sin fecha).

En esta película, Ritchson interpreta a Anders Lassen, un soldado danés condecorado en la vida real que se unió a los comandos británicos en la Segunda Guerra Mundial. El personaje de Cavill, Gus March-Philips, se refiere a él como el “Martillo Danés”, un “incontrolable perro rabioso que conoce 100 formas diferentes de matar a un hombre”. Además de aprender tiro con arco para el papel —Ritchson asegura que partió una rama por la mitad en su primer intento— cultivó acento danés y se hizo con las gafas redondas más pequeñas que pudo encontrar. Para él, es una oportunidad de mostrar su vena cómica además de sus bíceps, que son tronchantemente grandes para un marinero del siglo XX. Pero sea como sea, hace que te lo creas.

Por el momento, Ritchson disfruta de ser el grandote. Ahora que tiene la forma física necesaria para el papel de Reacher, “mantenerse es pan comido”, asegura. Le alivia no tener que luchar para que la báscula apunte drásticamente en la dirección contraria, como en sus días de modelo. “Estoy donde mi cuerpo quiere estar”, dice. “Así que me siento muy bien. Ser tan grande te da mucha confianza”.

Los directores de casting saben que, si quieren a Ritchson, tiene que ser un personaje grande para un tío grande. Pero de cara al futuro, quiere hacer películas y series inesperadas, con héroes reales. “Como le pasa a todo el mundo, me aburren las películas de Marvel que regurgitan historias de cómics que hemos visto mil veces porque los estudios creen que es la única forma de ganar dinero”, reflexiona. “Quiero ser parte de la solución, quiero aportar mi grano de arena. Aprovechar la influencia que tengo para crear historias nuevas y complejas. Esa es mi misión”.

Ritchson también colabora como guionista y productor. “Me conformaría perfectamente siendo productor, sin volver a ponerme nunca más delante de una cámara”, confiesa. “Me interesa muy poco la fama. De hecho, creo que es bastante tóxica. Me gustaría poder ser totalmente anónimo y trabajar detrás de las cámaras”. No me cabe duda de que Ritchson podría conseguirlo. Sin embargo, a un tipo como él le resultará difícil pasar desapercibido.

Este artículo se ha publicado originalmente en British GQ.


Estilismo: Marcus Allen
Peluquería y maquillaje: Rheanne White
Producción: Ldm Productions